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    Horizonte de sucesos | Interstellar, de Christopher Nolan

    Festival Centroeuropeo

    Presentación de La tirisia

    Lost in traslation

    Crónica de la 4ª jornada de la 49ª edición de Karlovy Vary
    Críticas|
    La tirisia, de Jorge Pérez Solano ■
    Rocks in my Pockets, de Signe Baumane ■
    Le meraviglie, de Alice Röhrwacher ■

    En la presentación de Le meraviglie –traduciéndola de forma literal, Las maravillas—, subió al escenario su directora, Alice Röhrwacher. Como es habitual en las premieres del Grand Hall, la cineasta italo-germana se prestó a agradecer al público su asistencia y remarcar las pautas de su creación. El problema llegó cuando, por miedo escénico o falta de soltura, su discurso en inglés comenzó a embarrarse convirtiéndose en un sinsentido. La platea, como era de imaginar, comenzó a reírse y generó un bucle de dudas y risas que al final la avergonzada sonrisa de la realizadora de Fiesole consiguió solucionar. Si alguien entre los asistentes podía sentir compasión o empatía por el trompazo de la señorita Röhrwacher ese era un servidor. No siempre resulta fácil abrirse camino con la lengua anglosajona en país eslavo. Las entonaciones, los acentos geográficos, la dicción… todo suma o resta de camino a la comunicación verbal. Y, quizá, los checos son demasiados académicos al respecto. Algo que podemos comprobar en los subtítulos de las cintas proyectadas. Muchas veces demasiado literales. Situación que le resta dramatismo o humor a los textos. Es cuestión de acostumbrarse.

    Algo que no tuve que hacer en la primera película del día, la mexicana La tirisia. Totalmente liberado de traducciones o subtítulos acartonados, tocó ver la mejor película de esta triste competición hasta el momento. Potente, muy bien interpretada y con detalles de gran director. La segunda apuesta del día fue la nombrada Las maravillas, filme de enorme sensibilidad que, sin embargo, pierde algo de fuelle cuando toca batirse en duelo. El día concluyó con más competición. Y no pudo ser más decepcionante. Rockets in my Pockets exasperó hasta límites insospechados. Cine animado autocurativo más propio del salón de casa que para 4.000 presentes deseando que se callara su narradora. Ay, la comunicación.

    La tirisia, de Jorge Pérez Solano

    LA TIRISIA

    Dirigida por Jorge Pérez Solano
    Escrita por Jorge Pérez Solano
    Productora: Tirisia Cine
    País: México
    Reparto: Gustavo Sánchez Parra, Adriana Paz, Noé Hernández
    Competición

    Siguiendo el camino de Amat Escalante con Heli, Jorge Pérez Solano debuta en Karlovy Vary con un estupendo drama que dibuja con enorme acierto la situación de la mujer en el México rural. Para ello, continua la evolución de la trama de su anterior obra, Espiral (2009), que hablaba de la forzada marcha de los cabezas de familia en busca de una mejora de su condición económica. La tirisia –denominación mexicana a la tristeza perpetua— nos acerca la vuelta de estos a un hogar donde todo ha cambiado. El filme se centra, desde prismas diferentes, en dos mujeres –una, adulta; otra, superando la adolescencia– de una pequeña villa de la mixteca mexicana. Un lugar por donde no pasa el tiempo y donde las féminas son un convidado de piedra en pro del egoísmo. En este inminente choque con el destino, destaca un personaje sorprendente, un amigo de abierta condición homosexual (Canelita/Noé Hernández) que acompaña a sol y sombra a la protagonista de marras, interpretada con mucho acierto por Adriana Paz. Las miradas y conversaciones entre ambos son una auténtica maravilla y marcan la conciencia de un filme que, a diferencia de la obra de Escalante, tiene una vía de salida. El adulterio o el machismo (impagable la intervención final de los payasos), además, no son los únicos temas que trata el guion del propio Pérez Solano. La política también está presente en una escena definitoria que bien podría valer para cualquier país, del primer al tercer mundo. En general, La tirisia es un largometraje inspirado, rodado con una enorme sensibilidad y que, obligadamente, debería ser protagonista el próximo sábado cuando Luis Miñarro –presidente del jurado— entregue su veredicto. Una nueva muestra el enorme ascenso cinematográfico de la nación norteamericana. | ★★★ |


    Estos seis capítulos se rigen tanto por una trama continuada (los procedimientos legales de Nacho para conseguir la custodia compartida de su hija) como porque cada nueva entrega tenga historias más o menos autoconclusivas. Son relatos de todo tipo, siempre con un bienvenido barniz de absurdo (Benarrubia como pueblo de gente con parches) y hasta capaces de conjurar una mágica épica del desconcierto, como toda la intervención del técnico de internet, al que da vida un inspirado Víctor Clavijo, en Pepinillos agridulces (1.5). Anécdotas plenamente identificables se mezclan con momentos que rozan el surrealismo, amén de las intervenciones de Ignatius –entendido como la persona pública de Nacho– como monologuista, descubrimiento para los que desconocen su trabajo en ese ámbito y buena medida de las intenciones de los creadores. Ambas personas son examinadas en la serie, cuyo título puede analizarse con esto en mente: ¿es el fin de la comedia literalmente, porque Ignatius baja del escenario y comienza una existencia más bien triste? ¿O tiene un alcance más profundo? Quizá hasta sea ambas cosas.

    El fin de la comedia cartel

    Lo importante es que la serie hace reír, pero con la capacidad de no servir sus ocurrencias tanto en forma de chistes, sino creando situaciones donde el humor surja por el desarrollo de la misma. Existe una evidente voluntad de sorprender al espectador, de que no pueda saber cómo se va a desplegar la historia que está viendo, tenga ésta mayor (la visita de Juanra Bonet y las chicas al piso) o menor (el atracto sin navaja) duración. Cada una de las franjas temporales de los capítulos, que están divididos siempre en los días que transcurre entre comienzo y fin del metraje, viene con una de esas situaciones ya nombradas, en un alarde sostenido de ingenio de lo más loable. Y aunque las tesituras son la fuente de mayores risas, Farray & Esteban & Navarro refuerzan la apuesta con la presencia de un estupendo desfiles de intérpretes y cómicos de profesión, ya sea haciendo de sí mismos (Javier Cansado, Willy Toledo, Julián Génisson) como interpretando a personajes en la vida diaria del protagonista (Eva Llorach como su abogada, Rocío León como su ex-mujer, el ya nombrado Clavijo).

    Con momentos álgidos como la narración de Javier Botet sobre su tenia intestinal, la charla entre Farray e Iggy Rubín ante una pieza de arte callejera o la lluvia de idea publicitarias en torno al mojo picón, la temporada se las ingenia para no aburrir nunca, contrastando a veces lo ridículo de los contratos sociales con el no querer ofender a nadie, ofendiendo por ello a muchos por el camino. Al final lo que queda es un honesto y generoso despliegue de anécdotas de unos guionistas con ganas de conformar un Todo trascendente, reflexionando sobre el ser humano que existe detrás de cada una de las fachadas que creamos. Incluso si hacemos el grito sordo o chupamos pezones en público. El último momento de la temporada, esperemos que no de la serie, confirma esto con rotundidad. | |


    Adrián González Viña
    Redacción Sevilla

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